Coffee with quavers!

Edificio de la escuela
Cuarta y quizá penúltima entrada de esta miniserie de cinco capítulos dedicada a nuestras andanzas danesas. En esta ocasión me gustaría compartir, ya desde las tierras del Miño, el relato de las cuatro jornadas que disfrutamos en la Hvidovre Musikskolen. No me ha resultado fácil encontrar un título algo convincente teniendo en cuenta que quería algo que simbolizase lo más esencial de cuanto allí experimentamos. Tras considerar no pocas propuestas, finalmente el café, primera habitual expresión de hospitalidad del profesorado de la escuela y al mismo tiempo del entorno muy cozy en el que desenvuelven su trabajo, y por otra parte las corcheas, como representación de una música que en muy diferentes manifestaciones estaba presente siempre en la actividad de la escuela, consiguieron la adjudicación para titular esta cuarta entrada.

Primera jornada, martes.
Tras algo más de media hora de trayecto a pié y autobús, unos minutos antes de las doce del mediodía llegábamos al número 2 de Kettegård Allé en el municipio de Hvidovre. No fue necesario encontrar la manera de acceder a la escuela ya que su director, Per, estaba esperando nuestra llegada. Este sería el primero de un sinnúmero de gestos de hospitalidad mostrados durante nuestros días allí. Entrábamos por fin en la Hvidovre Musikskolen llevando a cabo un breve recorrido por las diferentes estancias del edificio. En cuanto a este, se trata de una convencional edificación en ladrillo, de cuatro alturas, que se extiende en diferentes direcciones desde su parte central.
Comida con el equipo directivo
Tras nuestro inicial recorrido, durante el que fue ya posible observar alguno de esos pequeños detalles prácticos que tanto abundan en esas tierras del norte, nos dirigimos hacia el espacio de la escuela dedicado a su administración. Allí nos esperaba el resto del equipo directivo así como la persona dedicada a las tareas administrativas. En cuanto a este primer tiempo en la escuela que se extendió a lo largo de algo más de dos horas pudimos apreciar los entornos de trabajo más que confortables que consiguen en estas latitudes. Un area dividida en tres espacios, uno destinado al trabajo de su director, un segundo para la otra parte del equipo directivo y administración que incluye un rincón con una amplia mesa, útil tanto para trabajar como para disfrutar de una comida más o menos de trabajo, y
una cocina en la que no faltaba artefacto alguno que cualquiera de nosotros no tuviera en su casa. Sobre la citada mesa estaba ya preparada una fabulosa comida en la que estaban presentes muchos de los elementos de la tradición culinaria de la geografía danesa. Así transcurrieron un par de horas de agradable charla acerca de diferentes temas.
Despacho de Per
En cuanto al pequeño despacho de su director, solamente cabe decir que, de nuevo, se trataba de un espacio del todo confortable, desde luego organizado para pasar largos espacios de tiempo trabajando. Un escritorio que permite trabajar tanto de pié como sentado, una generosa pantalla, altavoces, otro espacio con un cómodo sofá, una mesa y una silla ergonómica además de unas paredes adornadas con numerosas láminas, carteles, pinturas, etc.
Desde luego, un primer proceder a considerar es el amable entorno de trabajo que consiguen. No resulta difícil suponer como, las numerosas horas de trabajo y reunión que un centro educativo demanda, resultarán muy diferentes si existe la posibilidad de, en algún momento, acceder al contenido de un enorme frigorífico o de preparar un café elaborado no a partir de elementos solubles sino de granos tostados y leche fresca.
Tras ese agradable rato con el equipo directivo, algo después de las cuatro de la tarde iniciábamos nuestra exploración de las diferentes estancias de la escuela así como la presentación a su profesorado. Tuvimos la oportunidad de conocer y ver trabajar a Tine, la profesora de arte, a Sune, profesor de piano o Johanna, profesora de showtime. Aquí cabe considerar lo saludable de la costumbre que en otros países diferentes al nuestro tienen en cuanto a reunir en una misma institución los estudios de música, danza, arte dramático y aún de arte como nuestra escuela de Hvidovre.
Finalizando la tarde, asistimos al ensayo del coro de la escuela dirigido y acompañado por Ole Albér, excelente docente al que no le resultó necesario abandonar su danés para mostrarnos su fabulosa labor. Aquí pudimos comenzar a percibir ya de manera muy evidente un rasgo de la manera de trabajar la enseñanza musical en la escuela de Hvidovvre: dinamismo.
Primeramente cabe decir que se trata de una escuela de música y, por tanto, la máxima seǵun la cual la música debe enseñarse con música aquí se respeta de manera especial. Las escuelas de música, y esto siempre resultará algo más que anecdótico, a partir de una supuesta orientación no profesional, pueden prescindir en mayor o menor medida de toda carga teórica y tornar la enseñanza de la música en una más o menos constante práctica. Lo que sucede es que, a veces, es esta una forma notablemente más eficiente de comenzar la formación de los futuros profesionales de la música. Añado una pregunta para considerar, ¿es esta acaso la buena manera de comenzar la formación musical, sea el entorno que sea, conservatorio, escuela, colegio? ¿Deberíamos copiar entonces las maneras pedagógicas de las escuelas de música o, al menos, no perderlas excesivamente de vista?
Pero, en este caso, al musical procedimiento propio de una escuela aquí han añadido un particular dinamismo que pudimos percibir a lo largo de las jornadas. Y dinamismo en cuanto la constante actividad de profesor y alumnos en el transcurso de las clases transitando a través de una considerable variedad de propuestas didácticas. Interesantes observaciones durante el ensayo del coro en cuanto al soporte armónico empleado en los ejercicios previos de vocalización, del proceso de montaje del repertorio así como de la elección de este. Debo añadir que, nuestro tiempo con el coro trascendió la simple escucha, de manera que, equipados con nuestras correspondientes partituras, pudimos participar directamente del ensayo.

Segunda jornada, miercoles.
¡Nuestra propia llave!
En torno a las cuatro de la tarde, como si de un miércoles más en Lugo se tratase, iniciábamos nuestra actividad en Hvidovre. Después de encontrarnos con Per, disfrutar de una taza de café y recibir nuestra propia llave de la sala de profesores, nos dirigimos al aula de Martin Ollivierre, el profesor de contrabajo. Pudimos compartir un rato muy agradable presenciando y aún participando en el ensayo de una pequeña banda formada por un grupo de alumnos y alumnas de la escuela. Debo insistir aquí en una consideración. Cuando, como es mi caso, un profesor de música lleva cerca de veinte años trabajando en un conservatorio profesional no es difícil encontrarse en mayor o menor medida afectado por los objetivos que persiguen nuestras enseñanzas y que muchas veces nos llevan a buscar solamente el virtuosismo. Y por virtuosismo no debemos entender tan solo el instrumental. Existe, desde luego, un virtuosismo de la lectura, la teoría de la música, la armonía o las formas musicales. Y es que son demasiadas las ocasiones en las que un profesor de lenguaje musical, al menos es mi caso, se siente satisfecho por haber llegado algunas semanas antes que el curso anterior al trabajo de tal o cual contenido. Mis alumnos son capaces de identificar con rapidez un intervalo, apuntar la armadura de cualquier tonalidad o explicar la razón de ser de una síncopa, pero, ¿cuánto me ocupo de buscar su musicalidad o la existencia de una imaginación sonora?
Aula de Martin Ollivierre
Aquí quisiera compartir esos particulares minutos en los que nos agregamos al ensayo teniendo, además de nuestro instrumento, una sencilla estructura armónica y un antifaz de viaje como todo ingrediente. Así, sin papeles ni un plan definido, no quedaba casi otra opción que dejar caminar la música conducida tan solo por nuestro sentir musical.

Tercera jornada, jueves
En esta ocasión llegábamos a la escuela algo más temprano que el día anterior; debíamos ocuparnos de nuestros certificados de estancia, de nuestra no pequeña colección de preguntas recogidas en el cuestionario diseñado para el proyecto y, muy relevante, de conocer el desarrollo del concierto didáctico programado para el siguiente día, uno de los motivos por los cuales viajamos a Copenhague en esas fechas precisas. Por otra parte, encontrarnos con cierto tiempo en el inicio de esa tarde nos permitió otras pequeñas acciones que, particularmente, guardaba como un especial objetivo del viaje: hacer sonar música gallega. Respecto a esto, debo decir que la elección no me resultaba demasiado difícil; debía ser Negra sombra. No pretendía la certificación de logro alguno pero sí de compartir con la escuela, al margen de la música en conserva que llevamos a modo de presente, algo de nuestra música interpretada allí mismo.
Así que, junto con el director Per, después de buscar un aula desocupada y tras una breve introducción acerca de sus autores, de como resultaba posible descargar las baladas de Montes desde la web de la Biblioteca Digital Hispánica y de expresar lo icónica que era esta música en Galicia, hicimos sonar Doce sono y Negra sombra. Particularmente, siempre me ha parecido una idea más que adecuada que ambas baladas se acompañen mutuamente. Por una parte, lo hicieron cuando Montes concursó con ellas en Pontevedra en agosto de 1892, por otra, la relación de tonalidades que se produce entre ellas (Fa mayor y Si bemol menor) hace que la primera se perciba como dominante de la segunda y, además, en ambas canciones el texto es de Rosalía de Castro.
Aula de Ole Albér
En cuanto a esta tercera tarde en Hvidovre, pudimos pasar un largo rato asistiendo a la clase de canto de Ole Albér teniendo la oportunidad de comentar los aspectos armónicos observados el martes durante los ejercicios de vocalización del coro.


Cuarta jornada, viernes
Último día en la escuela que sería, junto al primero, desde luego el más intenso y provechoso. El día más esperado ya que después de algunos años participando en la organización y desarrollo de actividades de promoción de nuestras enseñanzas, tenía la oportunidad de conocer como esto se llevaba a cabo en un entorno educativo tan diferente. De esta manera, y teniendo en cuenta que la actividad comenzaba a las nueve de la mañana, ese día debimos adelantar algo nuestras alarmas. Desayuno, trayecto a pié hasta la estación central y autobús 1A hasta la parada Nielsen Boulevard en Hvidovre.
Presentación general
La tarde anterior, al marchar, habíamos visto ya dos estructuras metálicas instaladas en la entrada de la escuela y que servirían al día siguiente para que los particulares visitantes de esa mañana pudieran dejar sus pertenencias. El guión de esa jornada era el siguiente. Cien niños del tercer curso de la enseñanza primaria, procedentes de un colegio del entorno, llegarían a la escuela a las nueve de la mañana. Previamente, desde el colegio, habrían definido algunos grupos de entorno a una decena de niños y niñas. Después de una presentación general en la que se trabajarían ya algunos aspectos musicales de carácter general, cada uno de los grupos acudiría junto a un profesor o profesora de la escuela para tener un primer encuentro con los instrumentos, con la danza o con el canto. El trabajo desarrollado por cada docente con su grupo (acompañado siempre por un responsable del colegio), y como si de un singular rompecabezas se tratara, se juntaría al mediodía al desarrollado por los otros grupos para llevar a cabo un sorprendente concierto didáctico. Particularmente, en cuanto a las actividades de
Ole Albér preparando su parte del concierto
promoción, siempre he considerado que cercanía e interacción son dos criterios del todo relevantes para lograr nuestro propósito, el cual, además de hacer pasar un musical buen rato y aportar cierta enseñanza, es indudablemente atrapar el mayor número posible de niños en nuestro centro educativo. ¿Qué es, entonces, lo que destaca en la labor del profesorado de Hvidovre? El grado tan alto de participación de los niños durante el concierto didáctico. Desde luego, se trata solamente de trabajo, planificación y más trabajo. Escoger y adecuar un material musical que permita la participación nada exigua de unos niños con solamente dos horas de formación instrumental no es una tarea que pueda llevarse a cabo en una breve y aislada sesión matutina de trabajo conjunto; ahí lo dejo.
Lo cierto es que importando su ingeniosa y esforzada planificación, además de algo de su confortable entorno de trabajo, no resultaría difícil importar también su manera de llevar a cabo la promoción de enseñanzas. Poco a poco.
Durante el concierto
Y así llegamos a la primera hora de la tarde de ese viernes 26. La jornada de clase comenzando y nosotros terminando nuestra estancia en la Hvidovre Musikskolen. Un agradable rato junto a la enésima taza de café charlando con Per de un sinfín de temas y una afectuosa despedida, aún más afectuosa de lo que fue la llegada. Sin duda, volver a encontrarnos con esta estupenda comunidad educativa, en Hvidovre o en Lugo
(quien sabe) era un inevitable deseo al recorrer por última vez el breve paseo entre la escuela y la parada de autobús.
Para mí ha sido una vivencia muy intensa. No quisiera caer en el fácil entusiasmo pero la percepción que conservo de los cuatro días que pasamos en la escuela es la de un tiempo mucho mayor. Conocí a una buena parte del profesorado con la que además pude hablar de muchos temas, tomé café, comí smørrebrød, conocí también a un buen número de alumnos y alumnas, canté en el coro, tomé nuevamente café, recorrí la escuela con nuestra apreciada llave, toqué en el ensayo de una banda de jazz, intercambié armonizaciones para ejercicios de vocalización, tomé decenas de fotografías, observé, pregunté y reflexioné en la misma medida, hice sonar Negra sombra, hablé de nuestra cultura, aclaré que Rosalía no era pariente de Fidel y, finalmente, volví a tomar café.

Siempre aprendiendo, saludos!


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